sábado, 22 de octubre de 2011

6. Camilo Tarkunis

—Tiene una videollamada, señor—. La voz impersonal de su secretaria sacó de sus pensamientos a Camilo Tarkunis, Gerente Regional de Reencarnación Ltda.

—Ya es tarde, Violeta, quiero irme a casa. Di que ya me he retirado.

—Dice que es Fedorian, señor Tarkunis. 

En otras circunstancias, el nombre de Vladislav Fedorian lo habría puesto a sudar copiosamente. Gracias a las noticias entregadas por Baldaña el día anterior, hoy podía respirar con alivio al oír ese nombre otra vez.

—De acuerdo, pasa la llamada, Violeta—. Tarkunis se afloja la corbata y aumenta el ángulo de reclinación de su sillón. 

—¡Vladilav, amigo, que bueno verte!— la pantalla le estaba devolviendo ahora el rostro firme de Fedorian.  Debía estar en los sesenta, pero se conservaba en excelente condición física. Sus cabellos muy cortos y canosos no podían competir con su mandíbula cuadrada, sus pómulos firmes, la nariz griega y sobre todo, aquellos ojos azules que destacaban bajo tupidas cejas oscuras, brillando como los de una pantera al acecho. 

—¿Amigo dices, Tarkunis? Debes tener buenas noticias para llamarme así. 

—Así es, Vladislav. Kapeling está a punto de firmar el contrato. El dinero que te debo está por fin, a las puertas de tu casa. 

—Eso espero, Camilo—. Tarkunis se sintió aliviado al notar que Fedorian había vuelto a llamarlo por su nombre. —Ya sabes que no tolero a los deudores morosos, y tú estás en esa categoría hace mucho tiempo, demasiado para alguien que desea conservar la salud. 

—¡Despreocúpate, amigo!—. Tarkunis se levanta y la videocámara sigue sus movimientos hacia la puerta. La entreabre para confirmar que Violeta está en su puesto, lo suficientemente lejos como para no poder oírle. Aún así, baja un poco la voz.  —En poco tiempo más me haré con el imperio de Kapeling y seré el ser humano más rico sobre la tierra.

—¿El viejo se ha tragado el cuento?

—¡Con todo y guarniciones, amigo! 

Fedorian está bebiendo de un vaso de cristal, seguramente el más fino vodka que la trata de blancas, el juego ilegal y todo tipo de tráfico perverso pueden brindar. —Nunca creíste lo de la reencarnación, ¿no es cierto?

–¡Por supuesto que no, Vladislav! Cuando los tipos estos me entrevistaron para el puesto, yo sólo veía la oportunidad de mi vida para dejar de ser un pobretón—.  Tarkunis había vuelto a sentarse y hablaba muy cerca de la pantalla, como en una confidencia: —¡Que tropa de carcamales ingenuos, amigo! Si hubieras tenido que tragarte como yo toda esa enorme paparruchada de la reencarnación, sus fundamentos, sus teorías y tal basura, no sé si te habría alcanzado el estómago para no vomitarles en su cara. 

Vladislav enciende un grueso habano, expulsa una bocanada de humo hacia la cámara del videophone y luego se aproxima a ella, apareciendo entre la bruma en la imagen que observa Tarkunis —¿Y que tal si resulta cierto? ¿Qué tal si Kapeling quiere recobrar lo suyo?

—El viejo estará muerto, amigo. Nadie regresa de ahí.

—¿Y la viuda? Ella es su albacea mientras ocurre su reencarnación, ¿No es así? 

Si los videphones pudieran transmitir la temperatura ambiente, Vladislav Fedorian habria sentido una brisa helada al escuchar la respuesta de Tarkunis. —No te preocupes, que ya me estoy encargando de eso, también.

Presentación

Esta es mi primera novela.

Después de años dedicado al cuento, me he lanzado con éste trabajo, que espero sea de vuestro agrado. No dudes en dejarme tus opiniones y comentarios, ya que en tanto la novela no esté terminada, tú puedes ayudarme a depurarla.

Nos leemos.

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